Durante la última década, los puertos españoles han sido testigos de un notable incremento en el tráfico de productos hortofrutícolas. En 2013, se manejaron aproximadamente 9,5 millones de toneladas de estas mercancías, cifra que ascendió a 11,9 millones en 2023, representando un crecimiento del 25%. Este aumento refleja la creciente demanda internacional y la capacidad logística de nuestros puertos para satisfacerla.

Sin embargo, este éxito no debe ser motivo de autocomplacencia para el sector productor y comercializador. A pesar del incremento en volumen, la diversificación de mercados sigue siendo limitada, con una dependencia excesiva de destinos tradicionales en la Unión Europea. Esta falta de expansión hacia nuevos mercados emergentes podría convertirse en un talón de Aquiles ante posibles fluctuaciones económicas o políticas en la región.
Además, aunque la infraestructura portuaria ha mejorado, la cadena de suministro terrestre aún enfrenta desafíos significativos. La congestión en rutas clave y la insuficiente inversión en tecnologías de conservación durante el transporte terrestre ponen en riesgo la frescura y calidad de los productos al llegar a su destino. Es imperativo que el sector aborde estas deficiencias con urgencia para mantener la competitividad en el mercado global.
En resumen, mientras los puertos españoles han demostrado ser pilares fundamentales en el comercio hortofrutícola, el sector productor y comercializador debe adoptar una postura más proactiva. La diversificación de mercados y la optimización de la logística terrestre no son meras opciones, sino necesidades apremiantes para asegurar un crecimiento sostenible y resiliente en los próximos años.

‍