Estados Unidos, la gran potencia del siglo XX, ha entrado en un bucle de tensión interna que recuerda peligrosamente a los escenarios distópicos que nos mostraron en La Purga. Porque más allá de la ficción, lo que esa saga plantea es una sociedad dividida, desigual, que canaliza su frustración a través del odio institucionalizado.
Los aranceles son solo una parte del guion. Son la excusa económica para señalar enemigos externos, mientras dentro, la desigualdad social, el racismo, la violencia armada y el descrédito de las instituciones alimentan un clima cada vez más irrespirable.
Las grandes fortunas siguen creciendo, mientras millones de estadounidenses viven con miedo al siguiente recibo médico, al siguiente tiroteo, al siguiente recorte. Y cuando un país convierte la supervivencia en un deporte de élite, lo que queda es la ley del más fuerte.
Trump no inventó este camino, pero lo perfeccionó. Y lo preocupante es que millones lo aplauden. Porque cuando se normaliza el enfrentamiento, cuando se legisla desde la venganza, y cuando se margina al disidente… el caos ya no es una pesadilla. Es política de Estado.
La Purga no fue una película de ciencia ficción. Fue una advertencia.
Y Estados Unidos, hoy, parece estar escribiendo sus secuelas en tiempo real.
Estados Unidos, la gran potencia del siglo XX, ha entrado en un bucle de tensión interna que recuerda peligrosamente a los escenarios distópicos que nos mostraron en La Purga. Porque más allá de la ficción, lo que esa saga plantea es una sociedad dividida, desigual, que canaliza su frustración a través del odio institucionalizado.
Los aranceles son solo una parte del guion. Son la excusa económica para señalar enemigos externos, mientras dentro, la desigualdad social, el racismo, la violencia armada y el descrédito de las instituciones alimentan un clima cada vez más irrespirable.
Las grandes fortunas siguen creciendo, mientras millones de estadounidenses viven con miedo al siguiente recibo médico, al siguiente tiroteo, al siguiente recorte. Y cuando un país convierte la supervivencia en un deporte de élite, lo que queda es la ley del más fuerte.
Trump no inventó este camino, pero lo perfeccionó. Y lo preocupante es que millones lo aplauden. Porque cuando se normaliza el enfrentamiento, cuando se legisla desde la venganza, y cuando se margina al disidente… el caos ya no es una pesadilla. Es política de Estado.
La Purga no fue una película de ciencia ficción. Fue una advertencia.
Y Estados Unidos, hoy, parece estar escribiendo sus secuelas en tiempo real.